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junio 26, 2006

La agenda de los medios de comunicación 

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Con la competencia política que ha significado la alternancia se abrió un nuevo nicho de negocio para los medios de comunicación. Al romperse la hegemonía del partido en el poder surgió la necesidad de abrir espacios en radio, televisión y medios impresos donde el ideario político fuera tomando su lugar en la discusión pública, desde los partidos y los probables candidatos para hacer oír su voz hasta los funcionarios, analistas y críticos del quehacer político.

La actual campaña política que tiene en las elecciones del 2 de julio su meta, ha sido seguramente la que más gasto en medios habrá registrado en la historia de México. La contabilidad de gastos que registra el IFE solamente cubrirá la parte de las campañas formalmente entendidas, pero no podemos olvidar los gastos que se realizaron en la precampañas de cada partido, así como la agenda en gastos propia de los medios, la de las empresas privadas y organismos no gubernamentales.

Resulta obvio mencionar que cada spot o desplegado está encaminado directa o indirectamente a beneficiar a quien por él paga: los partidos y gobierno para llevar votos a las urnas que los coloquen en el gobierno, así como la iniciativa privada y las organizaciones con el mismo fin, que llegue al poder el partido que más convenga a sus intereses.


La contienda presidencial de este 2006 parecía ser una elección definida en favor de Andrés Manuel López Obrador, candidato que en su gestión en el gobierno del D.F. y después en los episodios del desafuero, la inseguridad y vídeo escándalos se vio fortalecido indiscutiblemente con ningún rival posible. Aquí la nota de que la única que hubiera podido competir con López Obrador era Marta Sahagún, pero que tuvo que declinar sus aspiraciones de poder en mi opinión por la inminente salida a la luz de los ilegales negocios y contratos de su familia Bribiesca.

Decía que ante una elección definida podríamos haber pensado en un periodo de campañas aparentemente calmo. En tales condiciones no hubiera significado contienda alguna con un candidato prácticamente sentado en la silla presidencial. Cabe la posibilidad de que ante este escenario, los medios hayan forzado a una competencia en la que los partidos y sociedad se volcaran a los medios a gastar sus presupuestos en mensajes orientados a ganar el voto del electorado.

Las encuestas jugaron un papel decisivo en este proceso, realmente intempestivamente se emparejaron los candidatos del PAN y la Coalición por el bien de todos, y comenzó una salvaje carrera de gasto es spots, desplegados, promocionales, etcétera. Cuesta creer que la tendencia y las simpatías por López Obrador se hayan descarrilado en un par de semanas si ya había probado su fuerza en las anteriores ocasiones que ya mencioné. Muy difícil de creer, pero con tales resultados se dispararon varios mecanismos nuevos en la democracia mexicana: encuestas y sondeos, algunos de ellos diarios; la aparición de organizaciones de dudosa procedencia e igualmente con una agenda discutible; call centers que promocionaban el voto o el miedo en su caso; estas por citar algunos ejemplos.

No parece nada descabellado que este escenario de aparente igualdad haya sido simulado, resultaría interesante hacer un calculo global de gastos asociados con la competencia política y su cobertura, no dudo que la suma sobrepase los mil millones de pesos. Tal cifra evidencia la importancia que ha tomado la política en los medios, y en los bolsillos de estos.

El caso del gasto en televisión me parece particularmente perverso. Según cálculos del IFE se gastarán alrededor de 512 millones de pesos precisamente en televisión (hago hincapié que sólo en las campañas formales), podemos pensar en una doble ganancia si consideramos que el espectro de transmisiones es propiedad de la nación y los dueños de las televisoras no retribuyen nada a la sociedad quien les presta la señal, por el contrario lograron que el gobierno renunciara al uso de su tiempo oficial y presionaron para que se aprobara una ley de medios que contiene aberraciones y que múltiples observaciones de la Secretaría de Comunicaciones y Transporte fueron ignoradas por el ejecutivo. En este juego los partidos, los legisladores y el ejecutivo son rehenes ya que no se atreven a contradecir a la televisión, que bien ha sido llamada el cuarto poder; rehenes que temen perder los favores y el espacio que se ha convertido clave para sobrevivir en la política.

De un cinismo singular resulta que con estás practicas desleales a la democracia y al interés público, venga Televisa a proponer un pacto de civilidad a los presidentes de los partidos, cuando es precisamente en sus sets que se protagonizan agrias discusiones con representantes de los partidos, puestas en escena que tienen como fin alimentar el morbo del televidente con actores que con seguridad pelearán y se enfrascarán en sin razones lingüísticas y retóricas; cuando sus canales son el vehículo de transmisión de los rijosos y embusteros mensajes políticos. El hecho de promover un pacto ciudadano es un recurso para justificar los valores democráticos de la televisión: es así como el mensaje que llega al televidente es: la televisión está promoviendo la paz y el entendimiento, son los partidos quienes riñen y se ensucian. Vaya método efectivo de justificarse y de -por otro lado- seguir alimentando el encono y la rivalidad.


El poder que significa la difusión de la voz en los medios de comunicación es abrumadora, también tiene entre sus víctimas a los analistas e intelectuales que se suavizan ante las grandes televisoras y estaciones de radio. Podemos mencionar varios nombres que han modificado o suavizado sus posturas cuando transitan de medios relativamente marginales a las grandes cadenas, aquellos que estando en CNI 40 y el Canal 11 del IPN y de pronto se encuentran en Televisa y Azteca: muchos nombres hay, sólo por mencionar algunos Víctor Trujillo, Leo Zuckerman, Jesús Silva-Herzog Márquez. Cuando estos hablan de que "antes no habían estos espacios en los medios" me pregunto si se refieren a espacio para la discusión de la política o a la posibilidad de obtener un ingreso como politólogo en radio y televisión. Este abrumador poder y la dependencia económica han llevado al análisis al terreno de lo "políticamente correcto" y al del optimismo sin fundamento, se ha desaprovechado el espacio para hacer buenos análisis críticos, por el contrario se cuida no ser víctima de la censura o de la represión mediática: del ser al no existir en la pantalla o en el cuadrante.


No podemos perder de vista que como negocio los medios tienden a estar al servicio del poder: sean gobernantes ejerciendo o el caudal del dinero. Quizá por eso una vez que las arcas de los partidos y de la sociedad se han vaciando las encuestas vuelven al original camino de las preferencias electorales, nuevamente López Obrador en primer lugar.

Quedan pocos días para el desenlace de esta historia, estaremos para contarla y sacar nuestras conclusiones.

Artículo publicado en el diario Cambio en su edición del 27 de junio de 2006.
Sobre el tema con "La elección convertida en un big brother" en el sitio
defecito.com.

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