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mayo 31, 2006

La libertad de expresión 

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Una de las discusiones que ha surgido en el actual proceso electoral tiene que ver con la liberta de expresión y sus límites. Muchos términos se han manejado para calificar la naturaleza de las campañas que están realizando los partidos contendientes: campaña negativa, guerra sucia, campaña de contrastes.

Siempre se ha dicho que son preferibles los excesos de la libertad de expresión a alguna forma de censura, y este argumento ha colocado al Instituto Federal Electoral y al Tribunal Federal Electoral en un laberinto: tratando de procesar las quejas de los partidos que se sienten agraviados, en el intento de fijar posturas institucionales acordes a lo que marca la ley, haciendo la función de arbitro en un proceso álgido como nunca en la historia de México.

Vale la pena ponderar el impacto de los excesos de la libertad de expresión, tanto en los ciudadanos electores como en los mismos partidos e instituciones políticas. Hay una coartada genial a la hora de maquinar las frases que se insertaran en los spots, así como en el discurso de los políticos y representantes de los partidos, lo que para algunos es una guerra sucia para otros es una campaña negativa, lo que para algunos es diferenciar las características de los candidatos para otros es mentir con el afán de causar daño en los adversarios. Siempre una frase se prestará para varias interpretaciones.
Es difícil encontrar honestidad en el discurso de los actores, a preguntas expresas las respuestas son ambiguas, evasivas, imprecisas; tal parece que los estrategas de la comunicación de los partidos tienen la consigna de usar el lenguaje hasta sus extremos, en el límite de su significado, entre la insinuación y la afirmación.

Cómo esperan conseguir acuerdos una vez que terminen las campañas y los partidos tomen su sitio en la presidencia, en las diputaciones, en las senadurías, y en algunos Estados en la gobernatura. Cuál será el método de operar toda vez que en las campañas el ambiente fue de insulto y agresión. Cuál será la estrategia para negociar con la sociedad si en estos momentos han propiciado el encono y la confrontación.
Tal vez exista un implícito entendimiento de que en una campaña electoral es valido el ambiente de golpe y insulto, pero que al terminar el proceso se regresará a la normalidad democrática y se podrá trabajar en un ambiente propicio para lograr legislar y gobernar.

Todas las expresiones que escuchamos en entrevistas y spots tienen como fin lograr un efecto en los electores que les beneficie en las urnas. Los partidos saben muy bien que pueden decir imprecisiones y hasta mentiras, lo importante es el efecto que reditua votos a favor de su causa.
"López Obrador es un peligro para México", no importa si lo es o no, lo que justifica el mensaje es la cantidad de votantes que dejan de votar por él. "Calderón firmó el Fobaproa", lo relevante no es si firmó o promovió el Fobaproa y con cuál mano, nuevamente lo que justifica el spot es que en la percepción en los electores queda el mensaje de que fue el responsable de un endeudamiento brutal y de igual manera pierde votos.
Es por eso que son simbólicos los golpes que se dan en los medios. Viene el PAN proclamando que López Obrador es un peligro, independientemente que lo pudiera ser, el golpe efectivo es que la leyenda en color rojo aparezca en la pantalla y lo crea el televidente. Luego viene la queja de La alianza por el bien de todos y el TRIFE y el IFE prohíbe que se sigan transmitiendo los spots de esa naturaleza, es entonces que el televidente reflexiona: los del PAN mienten y ya no los dejan transmitir sus spots: y el televidente se convence que los del PAN dicen mentiras y juegan sucio.

Resulta irónico que sea precisamente el IFE un protagonista que ha permitido el lenguaje rijoso. Se deslinda de temas que le competen, su posición es laxa en ocasiones, ambigua en otras; estas torpezas han propiciado que los conflictos lleguen al TRIFE donde se tiene que tomar una decisión definitiva, pero ha dañado la imagen de la institución que encabeza Luis Carlos Ugalde, es indiscutible que ha quedado en evidencia la falta de pericia del IFE.

Hay quienes califican de censura y de atentar contra la libertad de expresión cuando se prohíben ciertas frases en los spots que se transmiten. Al margen de que el TRIFE y el IFE en teoría se rigen por lo que marca la ley electoral vigente, la pregunta relevante es: ¿cuánto del juego político debe soportar el elector?
Es innegable que la cultura política del electorado en México es paupérrima a pesar de los avances que se han logrado en la difusión de la política en prensa y televisión. La gran mayoría de los que poseen su credencial para votar no tienen el hábito de procurarse varias fuentes de información y análisis de los temas políticos, su fuente primaria y quizá única de información es la televisión que apenas brinda breves cápsulas del entramado que sostiene la política. Resulta cuestionable confiar que el elector podrá discriminar la información valiosa de la basura mediática con la que es bombardeado.
La parte perversa de las campañas es el momento en que los "creadores" de los spots flagrantemente se aprovechan de la ignorancia de los electores y lanzan mensajes que causarán miedo o confusión, cuando colocan propuestas que técnicamente son inalcanzables pero que confían que el consumidor, es decir, la persona que eventualmente tendrá una boleta en sus manos, podrá asimilarla y aceptarla como si se tratará de una verdad absoluta.
Evidentemente es ingenuo apelar a la ética de los contendientes, es ahí cuando parece apropiado que tanto el IFE como el TRIFE salvaguarden la integridad del elector asegurando al mínimo la calidad del mensaje que se transmiten en los diferentes medios y artículos de propaganda.

En algún momento los actores de la política alcanzarán la madurez y se podrá confiar en la autoregulación y en criterios éticos al momento de transmitir sus mensajes, pero por supuesto no es el caso, así que habrá que navegar necesariamente en las turbulentas aguas de los excesos de la libertad de expresión.


Artículo publicado en el diario Cambio en su edición del 2 de junio de 2006 y reproducido en el sitio defecito.com.

mayo 30, 2006

De héroe a villano 

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En tan sólo 6 años el propio Vicente Fox se ha encargado de cambiar dramáticamente la situación de cómo será recordado en la historia: de héroe a villano.
Como bien se sabe la historia es escrita por los ganadores. En el año 2000 Vicente Fox -que contendió por el PAN, sin ser precisamente la persona que mejor los representaba- capitalizó el hartazgo de la sociedad mexicana y con una campaña sui generis logró sacar al Partido Revolucionario Institucional de Los Pinos después de 70 años de permanencia en el poder.
Uno de los rasgos sobresalientes de Vicente Fox era su imagen alejada del arquetipo solemne e institucional de todos los presidentes anteriores: el vaquero dicharachero e irreverente que con eficacia logró reflejar el una parte importante de la sociedad mexicana. Irreverente con sus competidores (Labastida y Cárdenas) y con el presidente Zedillo hizo del "hoy, hoy, hoy" y de sus 15 minutos como un arma que le retribuyo grandes dividendos en las urnas. Muchos comentaristas y ciudadanos decían que ese carácter informal y desenfadado le vendría bien a la vida política de México.
La hazaña no fue menor, las voces se multiplicaron por todo el mundo pregonando que Vicente Fox había podido derrotar al sistema más longevo en el poder, aún más que el partido comunista ruso. Las páginas de la historia comenzaron a esbozar su nombre por ser el pionero, por ser el primer mandatario surgido de un partido opositor, por concretar finalmente la anhelada alternancia.

Hoy día Vicente Fox es el presidente y es la antítesis del candidato que fue hace 6 años.
Siendo el presidente se ha dedicado a hacer campaña en favor del candidato de su partido Felipe Calderón, de igual manera pronunciándose en contra de los candidatos rivales, principalmente de López Obrador quien está mejor posicionado en la contienda. Si bien algunos analistas opinan que el presidente está en su derecho de defender los logros de su administración y apoyar a su candidato, también es cierto que expone la institución presidencial y se hace blanco de ataques y declaraciones del resto de los actores políticos.
Es sumamente cuestionable que tanto el presidente como sus funcionarios de gabinete estén más ocupados en apoyar la campaña del PAN que administrando el poder ejecutivo. Mientras que múltiples conflictos se generan en el país como la situación de los mineros o los eventos violentos que han tenido lugar en Atenco, el presidente ha estado inaugurando obras y haciendo giras reforzando la campaña de Calderón. Tarde ha reaccionado el IFE prohibiendo que se transmitan más spots de los programas del ejecutivo, así como evitando que Fox siga interfiriendo con sus declaraciones en el proceso electoral.
La situación ha ido al extremo de que pueda ponerse en peligro la elección, toda vez que se ha comprobado que recursos federales han sido usados para apoyar a Calderón y denostar a López Obrador, con justa razón algunas voces de los partidos comienzan a hablar de una elección de Estado.
AMLO es el candidato que nuevamente tiene el ímpetu y la capacidad de repetir la alternancia en la silla presidencial (como lo hizo Fox hace 6 años), y es precisamente Vicente Fox quien por todos los medios con los que cuenta se empeña por perpetuar a su partido en el poder.
Más allá del importante logro realizado en 2000, seguramente Vicente Fox quedará marcado como el villano que intervino en la campaña presidencial del 2006.


Artículo publicado en el diario Cambio en su edición del 31 de mayo de 2006.

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