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junio 30, 2004

La marcha contra la inseguridad 

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El día que pierda la libertad intelectual, no podré defender ninguna causa.


El pasado domingo se realizaron varias marchas multitudinarias, la mayor por mucho en el D.F., en la cual la gente se manifestó contra la inseguridad y la impunidad. Por supuesto que la razón de la marcha está justificada, las expresiones de violencia son alarmantes y no se avistan probables soluciones.

Es muy probable que la organización de la marcha tenga su origen en: 1. Una amplia campaña televisiva (Televisa y Azteca) en la que se mostraron cifras e historias de secuestros principalmente; y 2. La convocatoria (posterior a la campaña en t.v.) por grupos ubicados a la derecha en el espectro ideológico.
Finalmente la marcha fue protagonizada por personas que han sido víctimas de la inseguridad en sus diferentes expresiones: ya mencionamos secuestros y asesinatos en algunos casos, robo en muchos casos con lujo de violencia y violaciones por mencionar algunos. Ha sido así que la marcha se convirtió en una expresión de la sociedad civil con carácter apartidista (ningún partido político participó como tal).


El reclamo fue dirigido hacía el gobierno que no ha sido capaz de frenar la incidencia criminal, y tampoco puede castigar cuando ya se ha cometido el ilícito.

El gobierno federal está atrapado en el autismo de Vicente Fox que declara vivir en un mundo rosa sin problemas, es un gobierno insensible e inepto que se ha caracterizado por la falta de visión y en consecuencia la inexistencia de acciones para frenar y castigar los delitos de jurisdicción federal, como lo es el secuestro.

Por otro lado, Andrés Manuel López Obrador ha cometido un grave error al descalificar la marcha por los presuntos organizadores. Mostró ser insensible ante un reclamo de total validez. Un gobierno de cualquier ideología tiene que gobernar para toda la población, aunque sean sus adversarios políticos. Los grupos de derecha y medios de comunicación están en todo su derecho de protestar y exigir justicia, y es obligación de los gobiernos (locales: D.F. y Estados; y federal) atender a sus ciudadanos.
Si López Obrador aspira a ser presidente de los mexicanos debe sentar precedente que puede dialogar y acordar con cualquier interlocutor. Me parece que si López Obrador rectifica mostraría calidad humana y se reivindicaría a los ojos de los ciudadanos que encontraron (con justa razón) desalentadoras sus declaraciones del lunes por la mañana.

Los gobiernos tienen la obligación de procurar seguridad de sus gobernados: es una tarea consagrada a ellos por definición, y además porque han aspirado (y logrado) gobernar a sus conciudadanos.


Sin embargo, tenemos un problema con las expresiones de la sociedad civil.
Han pasado años y terribles desgracias que no nos han hecho salir a marchar: cientos de mujeres muertas en Ciudad Juárez, magnicidios (Colosio y el Cárdenal Posadas Ocampo), indígenas victimados en Acteal y Aguas Blancas, reporteros asesinados en la práctica de su profesión (M. Buendía, la gente del semanario Zeta de Tijuana); sin contar otros grandes temas que merecerían movilizaciones como el expediente IPAB/Fobaproa.
Es hasta que nos ha tocado personalmente la desgracia cuando salimos a las calles, tenemos un nulo sentido de la solidaridad, esto nos resta fuerza a la hora de expresarnos.

La sociedad civil tiene todo el derecho de exigir justicia, pero ¿tiene la calidad moral para hacerlo?
Me pregunto si esos empresarios y comerciantes que marcharon vestidos de blanco con pancartas están pagando los impuestos que corresponde, ¿o si se valen de la ingeniería financiera para evadir y no pagar sus obligaciones? ¿cómo entonces obtendremos recursos para invertirlos en seguridad y creación de empleos?
¿Son los marchistas cómplices de corrupción al dar mordidas a los agentes viales en lugar de pagar multas que se merecen? ¿negocian favores con burócratas? Estos nimios precedentes dejan constancia que un ciudadano es capaz de pagar fuera de las instancias legales, por supuesto que pagará por la vida de un ser querido.

Quizá un mal gobierno sea fruto de una sociedad corrupta y apática. El gobierno tiene que cambiar, la sociedad también lo tiene que hacer. Sólo así lograremos modificar las conductas y las prácticas actuales.
Definitivamente no es una batalla perdida porque las transformaciones se logran con la suma de voluntades, logrando acuerdos y trabajando en la construcción de un ambiente de armonía entre el individuo y la sociedad (aquel modelo ideal griego de Polis).

Tampoco perdamos de vista que la inercia neoliberal y las desregulaciones económicas han resultado en perjuicio del poder adquisitivo de las diferentes capas sociales, son caldo de cultivo para los brotes de inseguridad.
La seguridad es un problema complejo que no se resolverá en el corto plazo, pero que habrá que estudiarse para instrumentar medidas eficientes, y tengo que recalcar que tenemos que ser una ciudadanía que tenga la calidad moral, que modifiquemos nuestras conductas para que tengamos en consecuencia gobiernos decorosos que se preocupen por la aplicación eficiente de la justicia y orquesten medidas preventivas para eventualmente abatir las expresiones violentas de los criminales.
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